Es
coetáneo de la Generación del 98, aunque se individualizó pronto en este grupo
literario. Entre los escritores de esta generación, fue el mayor receptor de
influencias extranjeras. Así recibió la secularización del racionalismo
europeo, siendo importante para él la influencia de Hegel. También muestra su
personalidad en los temas. Para sus coetáneos, tras la pérdida de las últimas
colonias de la nación, la cuestión de referencia era la de España. Pero en
Unamuno no se daba este interrogante porque tenía muy claro que España es su religión … hasta mi Cielo es
español. En este artículo veremos cuál era la percepción que tenía Unamuno
de las cosas desde su sentido religioso.
Ciertamente tenía
peculiaridades, las cuales han dado lugar a un adjetivo que incluso está
incorporado al Diccionario: unamuniano.
Sin embargo en su juventud tenía los mismos sueños y anhelos que cualquier otro
ser humano.
Al principio, cuando era feliz
Amarlo
todo, comprenderlo todo. Este es el lema de su juventud, que refleja un
sentimiento típico de Castilla. Esta visión práctica le llevaba por ejemplo a
opositar cuando tenía necesidad de aposentarse socialmente. Así lo relata un amigo de la infancia: Al comparecer ante el tribunal respetable,
sacaba sin turbarse la papeleta de la suerte. Y rompía a hablar: “Sobre esto,
fulano dice … y mengano añade”… Cuando el éxito era indudable, cuando le
bastaba callar para haber vencido,… añadía imperturbable: “Y yo digo…”. ¡Lo que
decía él!... Los sabios profesores se decían confidencialmente: “¡Sabe más que
nosotros!”. El resultado … era siempre el mismo: una calificación que
proclamaba su sabiduría pero lo excluía de la cátedra. Ganó la cátedra de
griego en la Universidad de Salamanca, diciendo la resolución: Ninguno de los candidatos sabe realmente
griego, pero sólo uno, Unamuno, tiene capacidad para aprenderlo. Con esta
cátedra pudo casarse y establecer su hogar en la ciudad helmántica. Fueron
tiempos de gran felicidad: En los ojos de
mis hijos hay esplendor de alegría y de vida.
Comenzó a opositar para para fundar una familia |
Un familiar recuerda que cuando
estaba dando clases, si un alumno se encontraba distraído, en el momento que
menos se lo esperaba le hacía la pregunta:
-¿Está
Vd. preparado para la muerte?
El descenso empezó con el
pensamiento de la muerte. De ahí pasó, a girar todo en torno a esa idea.
Finalmente, la fe no se sostuvo en un temperamento tan escrupuloso.
Los períodos intermitentes de fe
El especialista Charles Moeller,
atribuye estas crisis al efecto nocivo de las abundantes lecturas escogidas
arbitrariamente y lo ilustra con un dato: tras su muerte, se contaron en su
biblioteca hasta ocho mil volúmenes, además de ellos casi todos estaban anotados.
Él mismo reconoció “la cantidad ingente de filosofía que me engullí”, que le
provocó un desorden, no sólo en la fe, sino en las tendencias psicológicas
profundas. De ahí que se alternaran en Unamuno períodos de creencia, con otros
de incredulidad.
En
España, había alguna de las orientaciones de la catequesis escolar en que se primaba
la moral respecto a otros aspectos de la religión, lo cual impedía a los
muchachos aceptarse como imperfectos, perdonarse sus limitaciones. De esta
forma, las ideas de condenación se convirtieron también en obsesión temprana. Este
tipo de enseñanza de la religión, unida a la predisposición de su psicología
escrupulosa, hicieron que Unamuno viera otro don volatilizarse.
Una esperanza desesperanzada
La
esperanza cristiana se ha ilustrado como un puente que se apoya sobre dos
pilares: uno es la llamada de Dios al ser humano y el otro, la promesa de
salvarlo. Pero la de Unamuno es un puente tendido en el vacío, se apoya
únicamente en saber que va a morir.
La obra se publicó en la revista La novela de hoy |
Este aspecto lo explica en
una breve novela, San Manuel Bueno Mártir
(1931). Su protagonista, Manuel Bueno es un sacerdote rural. Sólo le distingue una cosa de los otros
sacerdotes: Manuel Bueno no tiene Esperanza. Cuando en la misa dominical reza
el Credo, en la parte donde dice en la
resurrección de los muertos, él calla.
Don
Manuel Bueno, es el alter ego de
Unamuno. Con la misma actitud del personaje, Unamuno pone su esperanza constantemente
a prueba. No carece de esta virtud, pero en ocasiones se ofusca y pierde la
conexión con las referencias permanentes: Dios y la resurrección y el Cielo que
promete.
Llama
la atención que, a pesar de estas faltas de fe y esperanza, Unamuno no renuncie
a la religión que heredó de su madre, practicó en una parroquia de un barrio popular
y maduró en reuniones juveniles de los jesuitas en Bilbao. Este contraste
amontana las preguntas: ¿De dónde sacó las fuerzas Unamuno para continuar con la
religiosidad que aún le quedaba? Y también, ¿ a qué ámbitos dirigió su virtud?
Y a través de la oración
Sus
plegarias son líneas de diálogo que ascienden verticalmente hasta el Cielo. Y
estas tienen su comienzo siempre en su ciudad: Salamanca.
Esta
ciudad alimentará su oración. Recibirá las palabras del sol “que ha dorado las
piedras de sus torres, sus templos y sus palacios”. Al ser Salamanca una ciudad
de luz, también es umbría. De ahí que le viniera la costumbre de mirar su
propia sombra y, al caminar por los campos, le preguntaba a Dios: “si él era
algo más que una sombra, si era un hombre real, un hombre de carne y hueso”. Esta pregunta, en que cuestiona la propia existencia, era recurrente entre los racionalistas. Es el pienso luego existo de Descartes. No es ajena a la naturaleza humana e incluso, puede resultar agradable a la razón. Y el hombre siempre busca lo agradable, pero acaba compadeciendo a quien sufre.
Unamuno
tenía predilección por los Cristos realistas, sangrantes de la piedad popular.
Estas figuras las observaba en las
semanas santas de Bilbao y Salamanca. La atracción que sentía por ellas pone de
manifiesto que la fuente de su oración es la Cruz de Cristo. Y este dolor de la
humanidad del Crucificado es la que alimentaba su caridad.
… al Amor al pueblo que le había sido dado
Unamuno en los campos de Salamanca |
Al
ver a Cristo con la Cruz, para Unamuno la actividad de amar sólo se realiza
cuando hay dolor. Por esto el amor es compadecer, sufrir-con. Las penas
personales, las de cada uno, las debe tragar el corazón, porque nuestro dolor
sólo sirve de algo cuando se une al del pueblo: “Sólo el dolor del pueblo
santifica”.
El
enamorado vive para su pueblo, para perpetuarlo y perpetuarse. Por esto el
hombre cuando se incorpora a un pueblo, se une al espíritu de este y así, se
eterniza. Esta noción la defiende en Del
sentimiento trágico de la vida, ensayo que fue incluido en el hoy derogado Índice de Libros Prohibidos. Pese a que
la idea de unirse el hombre a una sustancia espiritual para perdurar tiene la
apariencia de herejía gnóstica, el rector de Salamanca no iba desencaminado, siempre
que se le sepa entender, porque la incorporación al pueblo que peregrina, a la
Iglesia, es lo que da la Vida.
Unamuno tuvo diversos pueblos: sus alumnos de Salamanca,
las gentes de su tierra vasca, cuya lengua apoyó en su tesis doctoral, y su matrimonio,
del que tuvo nueve hijos.
El pueblo que había recibido fue su
amor. Y servirlo, su vocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario