UNA MIRADA OCCIDENTAL AL CINE DE KUROSAWA
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Durante el rodaje de Ran. |
No resulta familiar al espectador occidental el look de los films japoneses, lo cual tiene sus razones. En las reuniones
de las familias japonesas se da mucha importancia a la opinión de los ancianos.
Sin embargo, estos habitualmente se limitan a escuchar y observar. Sólo comparten su sabiduría cuando son interpelados
por miembros más jóvenes de la familia. Los cineastas de la generación de
Kurosawa, colocaban la cámara a tan sólo 50 cm. del suelo. Esa es la altura desde
la que un anciano japonés contempla la realidad sentado sobre un tatami.
Kurosawa
ha sido el cineasta que mejor ha representado la sensibilidad oriental sobre el
ser humano en el s. XX. Un especialista, J. Mª Caparrós, tiene razón en afirmar
la imposibilidad de alcanzar la Verdad desde su posición Panteísta:
“Pues
Akira Kurosawa parece encerrarse en un Universo puramente humano, que no trasciende al Más Allá. Es una lástima, por tanto,
que este maestro del cine no alcanzara
(como tampoco otros humanistas de la pantalla: Orson Welles y, sobre todo, Ingmar Bergman) a captar la Verdad. Una
verdad que él sólo supo descubrir en el cultivo
del Arte y en la defensa de la Naturaleza” (El testamento Fílmico de Akira Kurosawa, FILMHISTORIA Online, Vol.
XX, nº 2).
Sin
embargo, la espiritualidad del cine de Kurosawa tiene valores comunes con la civilización
occidental de raíces cristianas, incluso en algunos casos, valores que merecerían ser inculturizados, como el respeto
a los ancianos, a los progenitores o la necesidad de examinar en el final de
la vida la coherencia de esta, haciendo testamento y programando los últimos momentos, si fuese necesario para esa coherencia.
Con
Rashomon (1950), Kurosawa tuvo un
debut prometedor al ganar el Oscar a la mejor película extranjera. En ella, diversos
personajes explican las distintas versiones que han declarado a la policía acerca
de un asesinato. La cuestión central gira en torno a la distinción entre la
verdad y la mentira.
Vivir. En busca de la Vida después de la
vida.
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Takashi Shimura en un fotograma de Vivir |
En
Vivir, (Ikiru, 1952), el cine de
Kurosawa alcanza su cumbre. El Sr. Watanabe, un funcionario gris y triste
(Takashi Shimura), que ya en la introducción nos lo presentan “sin vida”, le
diagnostican un cáncer de estómago. Sabe que le quedan pocos días. Después de
una elipsis de cinco meses, se nos informa que Watanabe ha muerto. Acuden a su
funeral los jefes de su empresa. Les ha nombrado albaceas de su última
voluntad. Pero comienzan a excusarse, preguntándose si Watanabe estaba en sus
cabales al hacer testamento, teniendo en cuenta el comportamiento infantil que
había tenido los últimos meses. Watanabe había decidido que su patrimonio se
destinaría a construir un parque para la comunidad. El film muestra un hombre en
busca, no sólo de sentido, sino de la Vida misma. También aparece el gran respeto
por la Vejez, común a toda la sensibilidad oriental, que tiene su causa en la
admiración por la Sabiduría de los ancianos.
En
Los siete samuráis (Shichinin no Samurai, 1954), un pueblo
de campesinos recibe cada año el pillaje de unos bandidos, que les roban la
cosecha. Desesperados, toman la determinación de pedir ayuda a un samurai (Takashi Shimura). El samurái elegido
reclutará a otros cinco. Más otro joven, que los campesinos hacen pasar por
samurái (Toshiro Mifune). Los niños tienen a los samuráis como héroes. Esto
expresa que se ha constituido una relación, en cierta manera espiritual, entre
el pueblo y sus protectores.
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Dersu Uzala, una gran producción rodada
en 70 mm. |
El cazador
(
Dersu Uzala, 1975). Con esta cinta, ganó la segunda estatuilla de la Academia, la de mejor película extranjera.
Tras
este film, Kurosawa cayó en desgracia en su país. No encontraba productores
para sus películas. Por ello, tuvo que emigrar a la Unión Soviética, donde las
autoridades produjeron un costosísimo film intimista sobre la amistad entre un
topógrafo y un anciano cazador, situado en el escenario de la taiga rusa
cercana a Mongolia, titulado
A pesar de ello, Kurosawa seguía siendo considerado poco fiable para invertir dinero en su proyectos. Con el maestro en crisis creadora, su recuperación pasaría por la "occidentalización" de su Cine y por dos nombres propios: George Lucas y Steven Spielberg.