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martes, 5 de agosto de 2014

EL OCTAVO SAMURAI (y II).

UNA MIRADA OCCIDENTAL AL CINE DE KUROSAWA

   Recapitulación: Kurosawa aporta unos valores propios de la espiritualidad oriental en  Rashomon, Los siete samurais o Dersu Uzala, como es el respeto a los ancianos y a los progenitores. En Vivir muestra la necesidad del hombre de prepararse, ordenando la vida, cuando esta te acerca al umbral. A pesar de la profundidad de su mensaje, el elevado coste de las producciones de este director obstaculizaba encontrar productores, lo que le llevó a caer en una crisis creativa.
El ejército de uno de los hermanos en Ran. El color "rojo"
prefigura que es el del más sanguinario.   
   Steven Spielberg y George Lucas, admiradores del maestro japonés, viendo la crisis que atravesaba, apostaron por el director y produjeron los dos films siguientes. De hecho, Lucas se había inspirado en los samuráis de Kurosawa para el diseño de los guerreros de la saga Star Wars. Kurosawa ya era septuagenario al empezar su "aventura americana".
   Ran. La necesidad de examinar la conciencia.
   Ran (1985) es una recreación del drama  El rey Lear, de W. Shakespeare. En ella, el señor de la casa feudal Ichimonji, como consecuencia de un sueño premonitorio de futuras desgracias, decide repartir el reino entre sus hijos. Eso supondrá la guerra entre los hermanos por el reino recibido, lo que conducirá la locura del antiguo señor.
   Plantea cuestiones morales interesantes, sobre el ejemplo que los padres deberían dar a los hijos o si un rey está obligado dar piedad, ofrendas, a la Divinidad. Pero estas cuestiones ya se encuentran en el drama original de Shakespeare. Una de las peculiaridades del  film consiste en que los que defienden los intereses y pretensiones de los personajes no son los propios interesados, sino sus padres, demostrando el respeto oriental por la figura del cabeza de familia.
Tatsuya Nakaday en un fotograma de Ran
   El otro punto en que la cinta enriquece la obra shakespeariana radica en la concidencia en la ancianidad del rey y el cineasta. Kurosawa, con cierta percepción de su edad avanzada, viendo que podría hallarse ante su testamento cinematográfico, definió el relato como “una serie de acontecimientos humanos observados desde el Cielo”. De hecho, el valor que Ran aporta a la filmografía de Kurosawa es la constatación de la necesidad que observa en todas las gentes de todas las culturas, de hacer autocrítica, al aproximarse a determinados períodos de la vida (como ya hiciera con el Sr. Watanabe en Vivir). El anciano tipo del film de Kurosawa se examina de la coherencia de la propia vida; no una vida vista como una línea recta, como la vemos en Occidente, sino una circular: "la vida que acaba muriendo, de modo similar a como empezó, llorando".
   Finalmente, dirigió Sueños (Dreams, 1990), dividida en ocho episodios, de colores vivos y gran impulso visual.
   Como la acusación a los samuráis que habitan los fotogramas de Kurosawa, que son más duras cuando implican deshonor, que cuando conllevan prisión o muerte; así, al cineasta le llovieron las críticas por haberse vendido al capital de Hollywood, renunciando a su espiritualidad oriental, sin que quedara ningún resto en su cine póstumo. Si fuera así, deberíamos reconocer que su vida no fue coherente y haber elegido un personaje más edificante . Sin embargo, las imágenes que se conservan muestran otra cosa. 
   Kurosawa recibió su tercer Oscar en 1990, esta vez el Honorífico a toda una carrera. El auditorio se puso en pie para aplaudirle. Sin embargo, se produjeron unos segundos de desconcierto, pues el maestro no se levantaba de su asiento. El viejo permaneció sentado, a unos 50 cm. del suelo, contemplando a su alrededor. Un joven, desde el escenario, le hizo un ademán para que se acercara a recoger la estatuilla. El viejo Kurosawa posiblemente se preguntaba, ¿qué joven de aquella extraña familia de la Academia de Hollywood estaría reclamando su sabiduría, le estaría pidiendo consejo? En el escenario un jovencísimo Steven Spielberg continuaba gesticulando. El maestro, despacio, con esa lentitud como quienes tienen respeto, se levantó.

viernes, 1 de agosto de 2014

EL OCTAVO SAMURAI

UNA MIRADA OCCIDENTAL AL CINE  DE KUROSAWA

Durante el rodaje de Ran.
   No resulta familiar al espectador occidental el look de los films japoneses, lo cual tiene sus razones. En las reuniones de las familias japonesas se da mucha importancia a la opinión de los ancianos. Sin embargo, estos habitualmente se limitan a escuchar y observar. Sólo comparten su sabiduría cuando son interpelados por miembros más jóvenes de la familia. Los cineastas de la generación de Kurosawa, colocaban la cámara a tan sólo 50 cm. del suelo. Esa es la altura desde la que un anciano japonés contempla la realidad sentado sobre un tatami.
   Kurosawa ha sido el cineasta que mejor ha representado la sensibilidad oriental sobre el ser humano en el s. XX. Un especialista, J. Mª Caparrós, tiene razón en afirmar la imposibilidad de alcanzar la Verdad desde su posición Panteísta:
   “Pues Akira Kurosawa parece encerrarse en un Universo puramente humano, que no trasciende al Más Allá. Es una lástima, por tanto, que este maestro del cine no alcanzara (como tampoco otros humanistas de la pantalla: Orson Welles y, sobre todo, Ingmar Bergman) a captar la Verdad. Una verdad que él sólo supo descubrir en el cultivo del Arte y en la defensa de la Naturaleza” (El testamento Fílmico de Akira Kurosawa, FILMHISTORIA Online, Vol. XX, nº 2).    
   Sin embargo, la espiritualidad del cine de Kurosawa tiene valores comunes con la civilización occidental de raíces cristianas, incluso en algunos casos, valores que merecerían ser inculturizados, como el respeto a los ancianos, a los progenitores o la necesidad de examinar en el final de la vida la coherencia de esta, haciendo testamento y programando los últimos momentos, si fuese necesario para esa coherencia.
   Con Rashomon (1950), Kurosawa tuvo un debut prometedor al ganar el Oscar a la mejor película extranjera. En ella, diversos personajes explican las distintas versiones que han declarado a la policía acerca de un asesinato. La cuestión central gira en torno a la distinción entre la verdad y la mentira.
   Vivir. En busca de la Vida después de la vida.
Takashi Shimura en un fotograma de Vivir

   En Vivir, (Ikiru, 1952), el cine de Kurosawa alcanza su cumbre. El Sr. Watanabe, un funcionario gris y triste (Takashi Shimura), que ya en la introducción nos lo presentan “sin vida”, le diagnostican un cáncer de estómago. Sabe que le quedan pocos días. Después de una elipsis de cinco meses, se nos informa que Watanabe ha muerto. Acuden a su funeral los jefes de su empresa. Les ha nombrado albaceas de su última voluntad. Pero comienzan a excusarse, preguntándose si Watanabe estaba en sus cabales al hacer testamento, teniendo en cuenta el comportamiento infantil que había tenido los últimos meses. Watanabe había decidido que su patrimonio se destinaría a construir un parque para la comunidad. El film muestra un hombre en busca, no sólo de sentido, sino de la Vida misma. También aparece el gran respeto por la Vejez, común a toda la sensibilidad oriental, que tiene su causa en la admiración por la Sabiduría de los ancianos.
   En Los siete samuráis (Shichinin no Samurai, 1954), un pueblo de campesinos recibe cada año el pillaje de unos bandidos, que les roban la cosecha. Desesperados, toman la determinación de pedir ayuda a un samurai (Takashi Shimura). El samurái elegido reclutará a otros cinco. Más otro joven, que los campesinos hacen pasar por samurái (Toshiro Mifune). Los niños tienen a los samuráis como héroes. Esto expresa que se ha constituido una relación, en cierta manera espiritual, entre el pueblo y sus protectores.
Dersu Uzala, una gran producción rodada
en 70 mm.
 El cazador (Dersu Uzala, 1975). Con esta cinta, ganó la segunda estatuilla de la Academia, la de mejor película extranjera.
 Tras este film, Kurosawa cayó en desgracia en su país. No encontraba productores para sus películas. Por ello, tuvo que emigrar a la Unión Soviética, donde las autoridades produjeron un costosísimo film intimista sobre la amistad entre un topógrafo y un anciano cazador, situado en el escenario de la taiga rusa cercana a Mongolia, titulado
  A pesar de ello, Kurosawa seguía siendo considerado poco fiable para invertir dinero en su proyectos. Con el maestro en crisis creadora, su recuperación pasaría por la "occidentalización" de su Cine y por dos nombres propios: George Lucas y Steven Spielberg.