Dibujjo realizado por Antonio Buero Vallejo durante una visita a Miguel Hernández en la prisión |
Ante el anuncio de que su mujer y su hijo estaban en la miseria, la impotencia del poeta se plasmó en Nanas de la cebolla. Pero a esta impotencia, se iba a unir otra: Se agravó una tuberculosis que padecía Miguel con anterioridad.
El
penal de Alicante, que era una institución de último rango, disponía de una enfermería,
que no reunía las condiciones para atender a un enfermo grave. En el corazón
del poeta, el rencor estaba reclamando su protagonismo.
Enseña
el Catecismo de la Iglesia que “Sólo Dios perdona los pecados” (CEC 1441). Y que
si pedimos perdón por los nuestros, debemos también perdonar a los que nos han
ofendido, porque “el Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible” (2840). Con
la ayuda de Dios, el poeta tenía que perdonar y también, pedir perdón. Pero la
evolución de su enfermedad estaba apremiando el final.
Después
de “Nanas de la cebolla”, que completaba un libro de encuadernación
rudimentaria, los poemas de la cárcel posteriores fueron difíciles de ordenar
para los estudiosos. Miguel los escribía en notas sueltas y salían de la
prisión con las visitas más colaboradoras.
Casa museo en Orihuela |
Uno
de estos poemas, posiblemente el último, tiene por título “Eterna sombra”. Este
poema es el resultado de un ejercicio introspectivo, para el que tenía tiempo
en prisión.
Como resultado de este ejercicio, observa en su alma la oscuridad más desolada.
Como resultado de este ejercicio, observa en su alma la oscuridad más desolada.
Yo que creí que la luz era mía / precipitado
en la sombra me veo.
En
su interior sólo ve dientes. Para el poeta, como hemos visto, son símbolos del
arma de un soldado. Introduce otra imagen: Las manos cerradas, los
puños apretados representan la rabia.
Sólo el fulgor de los puños cerrados,/ resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de
todos los lados
Miguel en la plaza de Ramón Sijé en Orihuela en 1936 |
Y
los dos últimos versos de su vida, si no en orden cronológico, por la
dificultad que señalábamos, sí en un orden lógico, dan a los acontecimientos un
giro de 180 grados.
... en la lucha, una luz
Pero hay un rayo de sol en la lucha / que
siempre deja la sombra vencida.
De
estos versos se desprende la existencia de un perdón generador de paz para el
poeta. Así su alma, ayudada por la
irrupción de alguien que desprende luz, “por un rayo de sol en la lucha”, acabó
con todos los rencores. Y luego vino la paz. Y después de la paz, el poeta
falleció. Esto ocurrió según el certificado médico, como consecuencia de la tuberculosis
que padecía.
Los
primeros pasos de Miguel y Josefina como novios, primero, y luego, como
matrimonio, Ramón Sijé los había protegido en gran medida. Pero
las amistades en el Cielo tienen algo de misterio: a qué intercesor debemos
atribuir un favor o una gracia. En cualquier caso eran dos compañeros de
escuela que habían prometido volver a verse.
El momento había llegado.
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