viernes, 14 de noviembre de 2014

La tía Tula

Aurora Bautista en un fotograma del film
   Basada en la novela homónima de Miguel de Unamuno, la adaptación fue dirigida por Miguel Picazo en el año 1964. La película cuenta con las interpretaciones de Carlos Estrada y de Aurora Bautista, quienes todavía hoy identifican con sus rasgos, los personajes que encarnaron.

  Comenzamos el visionado sabiendo que Tula no se quiere casar. De hecho, rechazó la propuesta de matrimonio de un antiguo novio. Y ello porque prometió en vida a su tío que se haría responsable de su hermana Rosa. Después de la boda de su hermana, esta tiene dos hijos. Pero cae enferma y para atenderla, Tula, se instala en la casa. Rosa muere y entonces Tula extiende su dedicación a todo el hogar fraterno: al marido, los trabajos de la casa y la crianza de los sobrinos. Recibirá entonces una nueva propuesta de matrimonio de Ramiro, quien ve normal el matrimonio: "Es lógico, vivimos juntos". Esta proposición también es rechaza por Tula. Para airearse, la familia realiza un viaje al campo. Allí aparecerá una joven, de aspecto desaliñado y asilvestrado. De esta criatura Ramiro se encaprichará, produciéndose un desenlace que precipitará la separación de Tula de sus sobrinos. 

    Esta dolorosa separación de los niños, pone de manifiesto el contraste entre su vocación de cuidar ellos y su decisión de no casarse. Y esta paradoja es la cuestión central del personaje de Tula: ¿Qué mueve internamente a la  tía?, ¿qué trata de denunciar la historia? Las respuestas no resultan unívocas.

  La historia de la tía Tula sigue estando vigente casi un siglo después de ser escrita en el libro. Su planteamiento de la trama, desnuda de circunstancias, que podría desarrollarse en cualquier ciudad o en otros tiempos, hace de Tula, un arquetipo.
    Esta abertura hace necesarias opiniones de mujer que complementen las del escritor, quien la escribió con ojos de hombre, según aparece la protagonista ya en su primera descripción:
   "Y bien miradas y de cerca aún despertaba más Gertrudis el ansia de goce. Mientras su hermana Rosa abría espléndidamente a todo viento y toda luz la flor de su encarnadura, ella era como un cofre cerrado y sellado en que se adivina un tesoro de ternuras y delicias secretas".
Miguel Picazo, izda., con el premio San
Sebastián 1964 a la mejor dirección  

   La sobriedad y sencillez de la propuesta cinematográfica prolongaban la línea narrativa de Unamuno. De ahí que su realizador, Picazo, explique que la cuestión central de la cinta son los valores domésticos que también existían en 1920 cuando se publicó la novela:
   "Conecté con la idea de Unamuno a la hora de escribir la obra, él decía que aparte de la fraternidad como valor existía la sonoridad que era la dedicación de la mujer a la familia. Esos valores de Unamuno seguían de actualidad en los años sesenta y los trasladé".
    Pero el realismo social del arte de los 60 fue decayendo. Y encontramos la siguiente opinión que procede de la Filosofía. Julián Marías pone el énfasis la adscripción de Unamuno al racionalismo. Por esto ve en La tía Tula básicamente sobre la cuestión racionalista de si nosotros mismos mismos somos reales, tal como iniciaba Descartes, otro racionalista, su discurso: "Pienso, luego existo". Así mientras vemos la película, dice el filósofo, los personajes de Rosa, Tula y Ramiro forman parte de nuestra vida pues vivimos al mismo tiempo que ellos. Pero al terminar, estas relaciones que hemos entablado se nos descubren falsas:
     "Por eso tiene tan hondo sentido la oración litúrgica Líbranos Señor de todos los males, pasados, presentes y futuros. Líbranos, habría que decir, de que el pasado se nos falsifique, de que la vida ya vivida se nos vuelva inauténtica". 
   La ya familiar Tula del cine queda indefinida en el tiempo y en el espacio. No es una película eterna. Es una, a destiempo. Por esto las sucesivas épocas encuentran en ella, como en un reflejo, las opiniones previas que tienen de sí mismas. En otras palabras, Tula entró en nuestra tradición cultural, como un visitante en la galería de los espejos. ¡Pero qué necesarios se nos descubren los espejos!

martes, 11 de noviembre de 2014

Unamuno apasionado

   Este documental muestra la figura de Unamuno desde un enfoque social y político. Cuenta con colaboraciones de especialistas como el antropólogo José Antonio Ereño o el hispanista  Robert Lemm y la Directora del Museo Unamuno de Salamanca, Ana Chaguaceda. Destaca el incidente en que el rector de Salamanca, estando con los militares en un acto académico, improvisó un discurso contra el régimen: "Vencer no es convencer". Un diálogo entre la narradora y una voz en off que representa Unamuno va recorriendo momentos clave de su vida en un contexto político.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Unamuno, el hombre roto al que la oración condujo al amor

   Es coetáneo de la Generación del 98, aunque se individualizó pronto en este grupo literario. Entre los escritores de esta generación, fue el mayor receptor de influencias extranjeras. Así recibió la secularización del racionalismo europeo, siendo importante para él la influencia de Hegel. También muestra su personalidad en los temas. Para sus coetáneos, tras la pérdida de las últimas colonias de la nación, la cuestión de referencia era la de España. Pero en Unamuno no se daba este interrogante porque tenía muy claro que España es su religión … hasta mi Cielo es español. En este artículo veremos cuál era la percepción que tenía Unamuno de las cosas desde su sentido religioso.

   Literariamente se encontraba más cerca de Calderón, que de sus congéneres. Con el poeta compartía la idea de que la vida es un sueño. En Niebla (1914), el protagonista Augusto Pérez va a visitarle porque es su creador y le dice que, al igual que el personaje es un ser soñado, también el escritor existe porque es un sueño de otro. Por esto morirá en cuanto Dios despierte. De igual manera dice Augusto que nosotros, los lectores, existimos porque alguien nos está soñando.
   Ciertamente tenía peculiaridades, las cuales han dado lugar a un adjetivo que incluso está incorporado al Diccionario: unamuniano. Sin embargo en su juventud tenía los mismos sueños y anhelos que cualquier otro ser humano.
   Al principio, cuando era feliz
   Amarlo todo, comprenderlo todo. Este es el lema de su juventud, que refleja un sentimiento típico de Castilla. Esta visión práctica le llevaba por ejemplo a opositar cuando tenía necesidad de aposentarse socialmente. Así lo relata un amigo de la infancia: Al comparecer ante el tribunal respetable, sacaba sin turbarse la papeleta de la suerte. Y rompía a hablar: “Sobre esto, fulano dice … y mengano añade”… Cuando el éxito era indudable, cuando le bastaba callar para haber vencido,… añadía imperturbable: “Y yo digo…”. ¡Lo que decía él!... Los sabios profesores se decían confidencialmente: “¡Sabe más que nosotros!”. El resultado … era siempre el mismo: una calificación que proclamaba su sabiduría pero lo excluía de la cátedra. Ganó la cátedra de griego en la Universidad de Salamanca, diciendo la resolución: Ninguno de los candidatos sabe realmente griego, pero sólo uno, Unamuno, tiene capacidad para aprenderlo. Con esta cátedra pudo casarse y establecer su hogar en la ciudad helmántica. Fueron tiempos de gran felicidad: En los ojos de mis hijos hay esplendor de alegría y de vida.
Comenzó a opositar para
para fundar una familia
   Unamuno tenía grandes cualidades humanas, empezando por la inteligencia, el pensamiento práctico, valorar la familia. Las virtudes sobrenaturales, como la fe, son una añadidura, por lo que para sostenerse, precisan de aquellas. Pero esta humanidad puede fallar, romperse. Para Unamuno eran momentos de gran felicidad familiar. Sin mencionarlos sería imposible comprender el alcance de la crisis que se avecinaba.
   Un familiar recuerda que cuando estaba dando clases, si un alumno se encontraba distraído, en el momento que menos se lo esperaba le hacía la pregunta:
   -¿Está Vd. preparado para la muerte?
   El descenso empezó con el pensamiento de la muerte. De ahí pasó, a girar todo en torno a esa idea. Finalmente, la fe no se sostuvo en un temperamento tan escrupuloso.
   Los períodos intermitentes de fe
   El especialista Charles Moeller, atribuye estas crisis al efecto nocivo de las abundantes lecturas escogidas arbitrariamente y lo ilustra con un dato: tras su muerte, se contaron en su biblioteca hasta ocho mil volúmenes, además de ellos casi todos estaban anotados. Él mismo reconoció “la cantidad ingente de filosofía que me engullí”, que le provocó un desorden, no sólo en la fe, sino en las tendencias psicológicas profundas. De ahí que se alternaran en Unamuno períodos de creencia, con otros de incredulidad.               
   En España, había alguna de las orientaciones de la catequesis escolar en que se primaba la moral respecto a otros aspectos de la religión, lo cual impedía a los muchachos aceptarse como imperfectos, perdonarse sus limitaciones. De esta forma, las ideas de condenación se convirtieron también en obsesión temprana. Este tipo de enseñanza de la religión, unida a la predisposición de su psicología escrupulosa, hicieron que Unamuno viera otro don volatilizarse.
   Una esperanza desesperanzada
   La esperanza cristiana se ha ilustrado como un puente que se apoya sobre dos pilares: uno es la llamada de Dios al ser humano y el otro, la promesa de salvarlo. Pero la de Unamuno es un puente tendido en el vacío, se apoya únicamente en saber que va a morir.
La obra se publicó en la
revista La novela de hoy
   Este aspecto lo explica en una breve novela, San Manuel Bueno Mártir (1931). Su protagonista, Manuel Bueno es un sacerdote rural.  Sólo le distingue una cosa de los otros sacerdotes: Manuel Bueno no tiene Esperanza. Cuando en la misa dominical reza el Credo, en la parte donde dice en la resurrección de los muertos, él calla.
   Don Manuel Bueno, es el alter ego de Unamuno. Con la misma actitud del personaje, Unamuno pone su esperanza constantemente a prueba. No carece de esta virtud, pero en ocasiones se ofusca y pierde la conexión con las referencias permanentes: Dios y la resurrección y el Cielo que promete.
   Llama la atención que, a pesar de estas faltas de fe y esperanza, Unamuno no renuncie a la religión que heredó de su madre, practicó en una parroquia de un barrio popular y maduró en reuniones juveniles de los jesuitas en Bilbao. Este contraste amontana las preguntas: ¿De dónde sacó las fuerzas Unamuno para continuar con la religiosidad que aún le quedaba? Y también, ¿ a qué ámbitos dirigió su virtud?
   Y a través de la oración
   Sus plegarias son líneas de diálogo que ascienden verticalmente hasta el Cielo. Y estas tienen su comienzo siempre en su ciudad: Salamanca.
   Esta ciudad alimentará su oración. Recibirá las palabras del sol “que ha dorado las piedras de sus torres, sus templos y sus palacios”. Al ser Salamanca una ciudad de luz, también es umbría. De ahí que le viniera la costumbre de mirar su propia sombra y, al caminar por los campos, le preguntaba a Dios: “si él era algo más que una sombra, si era un hombre real, un hombre de carne y hueso”. Esta pregunta, en que cuestiona la propia existencia, era recurrente entre los racionalistas. Es el pienso luego existo de Descartes. No es ajena a la naturaleza humana e incluso, puede resultar agradable a la razón. Y el hombre siempre busca lo agradable, pero acaba compadeciendo a quien sufre.
   Unamuno tenía predilección por los Cristos realistas, sangrantes de la piedad popular. Estas figuras las observaba  en las semanas santas de Bilbao y Salamanca. La atracción que sentía por ellas pone de manifiesto que la fuente de su oración es la Cruz de Cristo. Y este dolor de la humanidad del Crucificado es la que alimentaba su caridad. 
   … al Amor al pueblo que le había sido dado
Unamuno en los campos de Salamanca
   Al ver a Cristo con la Cruz, para Unamuno la actividad de amar sólo se realiza cuando hay dolor. Por esto el amor es compadecer, sufrir-con. Las penas personales, las de cada uno, las debe tragar el corazón, porque nuestro dolor sólo sirve de algo cuando se une al del pueblo: “Sólo el dolor del pueblo santifica”.
   El enamorado vive para su pueblo, para perpetuarlo y perpetuarse. Por esto el hombre cuando se incorpora a un pueblo, se une al espíritu de este y así, se eterniza. Esta noción la defiende en Del sentimiento trágico de la vida, ensayo que fue incluido en el hoy derogado Índice de Libros Prohibidos. Pese a que la idea de unirse el hombre a una sustancia espiritual para perdurar tiene la apariencia de herejía gnóstica, el rector de Salamanca no iba desencaminado, siempre que se le sepa entender, porque la incorporación al pueblo que peregrina, a la Iglesia, es lo que da la Vida.
   Unamuno tuvo diversos pueblos: sus alumnos de Salamanca, las gentes de su tierra vasca, cuya lengua apoyó en su tesis doctoral, y su matrimonio, del que tuvo nueve hijos.

   El pueblo que había recibido fue su amor. Y servirlo, su vocación.