martes, 29 de abril de 2014

El fin del romance: Graham Greene siempre aporta.




     Es la historia de una infidelidad matrimonial. Hasta aquí, bastaría para que la cinta quedase en el olvido ... sino fuera porque está basada en una novela de Graham Greene y dirigida por Neill Young. Los giros narrativos; la intensidad del conflicto entre las apariencias y la realidad tan propia de N. Young;  la dimensión ética de los personajes, atribuible más a G. Greene; y la música de Michael Nyman, minimalista, acorde con la realización de Young, hacen de la película algo mucho mayor que la expectativa de su argumento.
   Sarah Miles conoce al novelista Maurice Bendrix durante una fiesta que da su marido, Henri. Ambos viven un apasionado romance durante la segunda guerra mundial en Londres. Pero, durante un bombardeo alemán, una bomba alcanza la casa que en que se encuentran los amantes. Sarah dice súbitamente a Maurice que dejará de verlo. Maurice y Henri sospechan que Sarah tiene otro amante, un cuarto Personaje. Contratan a un detective para averiguar la identidad del Personaje en discordia. ¿Quién es la Persona que ha cambiado tan radicalmente el corazón de Sarah? ¿Qué sucedió en los breves minutos en que Maurice permaneció inconsciente por los efectos de la bomba?
      Dios está presente explícitamente en los diálogos de la cinta:
    M. Bendrix escribe una carta "Te odio, si es que existes". Al final de la historia, ha cambiado algo su postura "Creo que existes, pero déjame solo". 
      Tras la pérdida de conciencia por la bomba, Maurice despierta y encuentra a Sarah de rodillas junto a la cama:
   - Qué hacías en el suelo?
   - Rezaba
   - ¿A qué?
   - A cualquier cosa que pudiera existir.


      Y a continuación, Sarah se despide:

   -  El amor no se acaba sólo porque dejemos de vernos.
   - Ah, ¿no?
   - La gente sigue amando a Dios,¿no? Y pasa toda la vida, sin verle.
   - Esa no es mi clase de amor.
   - Puede que no haya otra.
   Los temas de la película,  el matrimonio, el adulterio y Dios, son las grandes preocupaciones temáticas que recorren toda la obra de Graham Greene. En la cinta, Sarah, teniendo marido, aunque no hijos y estando el matrimonio herido ya por una infidelidad y sin sentir atracción física recíproca, se entrega completamente a Dios. Para Greene esa es la opción ética, la elección heroica. Para ello, ha pasado a vivir con su marido como si fueran hermanos.
    La vida y la obra de G. Greene nos habla del Espíritu, del Dios que sorprende, del Septiforme que expresan algunas liturgias medievales. Son inquietantes las coincidencias de las obras de ficción y la vida personal de G. Greene. Un hombre en busca de Dios desde un matrimonio a la deriva es, en cualquier caso, la postura del malabarista del Titanic. Pero, como los trabajadores de la Parábola, el personaje G. Greene encontró a su Creador en la última hora.
   En una primera parte, recorremos los acontecimientos según la narración de uno de los amantes. La segunda, es la lectura del diario del otro de los amantes, ya fallecido. 
   Lo que dice el amante primer narrador es evidente. Lo que explica el diario del segundo, le da sentido pleno y profundo: todo cobra sentido. Esa es la definición de símbolo.
   La zafiedad del argumento termina y se supera porque la película es un himno. Graham Greene siempre aporta.

domingo, 27 de abril de 2014

​Beato John H. Newman: La conciencia es una realidad amable.

            Su Carta al Duque de Norfolk, recientemente editada en español, un brindis por la conciencia



               El político liberal inglés William Gladstone publicó en octubre de 1874 un comentario en el diario Contemporary Review en el que acusaba a los católicos ingleses de no ser buenos ciudadanos británicos, al preferir obedecer al Papa antes que a la Corona británica y, por tanto, eran sospechosos de traicionar a su país.
            El católico Duque de Norfolk solicitó a John H. Newman, que no había sido todavía nombrado cardenal, que interviniera en el debate. Newman contestó con una carta que ha sido publicada recientemente en lengua española (Ed. Rialp, Madrid, 2013).
               Gladstone había topado con un hombre de pequeña envergadura, pero una de las plumas más brillantes de su tiempo: John H. Newman, quien propuso en respuesta un brindis por la conciencia.
                 John H. Newman era un converso. Por tanto, tenía ya en su vida una gran experiencia del amor salvífico de Dios. Siempre planteó la conciencia como una realidad amable.
                 Para Newman, ese carácter tan positivo no implica que debamos despreciar su voz, y destaca “la obediencia debida a la voz divina que habla en nosotros”.

                 En Newman, la conciencia no es como un triste contable de culpas. Él la sitúa en la creación: cuando Dios se hizo creador, puso la Ley de su Ser- que es Él mismo- en sus criaturas. La conciencia hace presente la verdad y es liberadora, es la mensajera de Dios. Los católicos no somos esclavos, ni siquiera del Papa, afirma Newman.

              ¿Sería un traidor un católico inglés en caso de un dilema entre seguir al Papa o a su conciencia?, pregunta equiparando conciencia a país. Y pone el ejemplo de los diputados católicos ingleses que se conjuraron para no admitir un rey de dinastía católica de otro país, a los que el Papa les ordenó romper el juramento.
               Aquella gran confianza en la bondad de Dios le llevó a la sorprendente conclusión, que tanto llamó la atención a la opinión pública inglesa, de que el católico ha de seguir a la conciencia.
               Y concluye el Padre Newman: “En caso de verse obligado a hacer un brindis después de una comida – cosa muy improbable-, beberé “¡por el Papa!, con mucho gusto”, pero primero “¡por la conciencia!”, después “¡por el Papa!”.
              El Catecismo de la Iglesia Católica, para definir la conciencia utiliza y cita esta Carta al Duque de Norfok:  “La conciencia es la mensajera … La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo” (C.I.C. 1778).
             Tres años después de esta controversia, en 1879, el Padre Newman fue nombrado cardenal por el Papa León XIII. El cardenal Newman falleció en 1890 en la ciudad de Birmingham.
                 Un siglo después de la controversia, esta obra de Newman seguía siendo de interés. Un cardenal alemán dio una conferencia acerca de Newman y la conciencia en Dallas en 1978. El apellido del cardenal era Ratzinger. La Providencia había decidido que tendrían ambos cardenales una cita en esa ciudad de Birmingham. No sólo eso, la Providencia había decidido que el alemán iría en representación de toda la Iglesia.
                 La beatificación del cardenal Newman
               El Papa Benedicto XVI celebró la ceremonia de beatificación del cardenal Newman el día 19 septiembre del 2010, en la explanada de Cofton Park de la ciudad de Birmingham.
              El día había amanecido lluvioso. La cadena de TV Vaticana (CTV) ofrecía un plano “desde el aire”, tomado en un helicóptero, en que aparecía una gran muchedumbre. El plano se iba abriendo y se veía más y más gente. En tomas más cerradas, desde el suelo, pequeñas banderas blancas y amarillas se agitaban como olas.
           Muchos jóvenes prolongaban la vigilia de oración con sonrisas y guitarras. Los muchachos corrían junto al papamóvil en aquel prado tan verde, lleno de arbustos y setos. Benedicto XVI ordenó detener el vehículo para bendecir y besar a unos niños pequeños.
             Iniciada la ceremonia, el Santo Padre bendijo a la personas del Oratorio de San Felipe Neri, que habían trabajado recopilando correspondencia de Newman y testimonios para el proceso canónico de beatificación. También bendijo a algunos voluntarios. Los fieles empatizaban y se emocianaban con aquellos que habían trabajado para que llegara ese momento.
              Sin duda, había llegado el momento. Benedicto XVI anunció al pueblo inglés y al resto del mundo que la Iglesia tenía un nuevo beato: John H. Newman.

             El Papa inició así aquella homilía: “Es el día del Señor, el Domingo, el día en que el Señor Jesucristo resucitó de entre los muertos y cambió para siempre el curso de la historia humana”. Hay quien sostiene que de estos acontecimientos hubo muchos frutos para los cristianos católicos y anglicanos del Reino Unido. Pero eso será objeto de otro artículo.
Publicado en Aleteia, 3-4-2014.

viernes, 25 de abril de 2014

C.S. Lewis: Una conversión con forma de obra de teatro.


 
     C. S. Lewis es uno de los escritores del siglo XX que con más ingenio transmitió la existencia de Dios a las personas ateas. No la existencia de un dios en general, sino de este-Dios-en-concreto, a quien conocemos porque quiso revelarse a su pueblo.
El escritor británico se convirtió al cristianismo, pero no llegó a incorporarse a la Iglesia de Roma. Tras acoger la fe cristiana, se incorporó a la Iglesia de Inglaterra.
         
No quería dar consejos a los cristianos sobre cuál de las confesiones cristianas era la más acertada. De hecho, las citaba siempre en orden alfabético. “Esas aguas son demasiado profundas para mí, necesito más ser ayudado que ayudar”, dijo en una intervención radiofónica.
            Lewis 
se convirtió desde planteamientos cientificistasLa exposición que hace el prolífico escritor del cientifismo toma la forma de una obra teatral:
            En el primer acto, por cierto, bastante austero, no hay nada, el vacío.
            En el segundo, por una larga cadena de casualidades de la materia en movimiento, surge un fermento diminuto de la vida. Después, también por casualidad,la vida se hace más compleja, hay vegetales, animales vertebrados.
            En el terceroun ser encorvado, no muy atractivo, tiembla, está lleno de miedo y soledad y es poco prometedor.
             En el cuarto, ese ser se ha erguido y puede utilizar las manos, coge objetos y descubre la propiedad y el hurto, ha salido de las cavernas y ha aprendido a dominar la naturaleza. Inventa el control de la natalidad, el psicoanálisis y el comunismo (sic.) con el fin de conservar aquellos privilegios del azar y de distraer la tristeza y el miedo.
             Bien, en este punto dejamos la parábola pues es suficiente para continuar (Lewis sigue hasta un nuevo repliegue de la materia).
             Nuestro autor se pregunta ¿por qué me piden que base mis creencias en la razón, si esta no tiene un fundamento en una razón mayor que la mía (habla de Razón Universal), sino que su base es la casualidad, el azar?
             Constata rápidamente la contradicción racionalista: me piden que acepte lo que me dice la razón y que la rechace al mismo tiempo, por ser su testimonio una casualidad. Si el universo entero no tiene sentido y no hay una Inteligencia previa, no puedo haber llegado nunca hasta aquí en mi razonamiento porque yo formo parte del universo y, por tanto, mi razón no tiene sentido.
              2. C.S. Lewis o cómo un escritor debe su estilo al contenido que trata

              “Si escribo sobre el cielo, cada frase ha de tener aroma a Cielo”, escribió el autor de Crónicas de Narnia.
              C.S. Lewis, el autor de Crónicas de Narnia, aceptó la fe cristiana sólo por asentimiento intelectual en un momento inicial, pero después experimentó un cambio más profundo y emprendió una intensa tarea de transmitir el Evangelio, intentando llegar al mayor número posible de personas.
              Cambió su estilo de escritura mediante el uso de un lenguaje más asequible para la mayoría. Pero según explicaba, tenía un cierto límite, pues cada estilo siempre lleva un determinado contenido. Forma y fondo son inseparables. “Si escribo sobre el Cielo, cada frase ha de tener aroma a Cielo”.
              Un buen ejemplo de las construcciones del escritor británico es la argumentación sobre la existencia de Dios y la esperanza del Cielo. Si nos planteamos que Dios existe y podemos ir al Cielo, es porque realmente existe y tenemos esa posibilidad, si no fuera así, no tendría sentido siquiera su planteamiento.
              Dicho de otra forma: si hay un debate entre ateos y cristianos sobre la existencia de Dios, es porque Dios existe, si no, ni habría ateos, ni cristianos … y mucho menos objeto del debate.
              Este argumento se recoge en diversas obras del escritor con pequeñas variaciones. En la recopilación de intervenciones radiofónicas de Lewis en la BBC que se publicó con el título 
Mero cristianismo (1942-1944), indica que si “un bebé tiene hambre es porque existe la comida. Un patito quiere nadar, existe una cosa que es el agua. Si yo descubro en mí un deseo que ninguna experiencia de este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que yo no pertenezca a este mundo.”
               Después de acoger la fe cristiana, algunos biógrafos del escritor británico explican que todo le pasó a ir muy bien, que escribía sin esfuerzo, que todas las cosas le eran … propicias. Sin embargo, el autor no expresa lo mismo.
               En su relato autobiográfico Una pena en observación,  llevada al cine por Richard Attemborough y estrenada en España como Tierras de Penumbra(Shadowlands, 1993), relata el dolor que padeció debido a una larga enfermedad de su esposa, Joy Davidman, una poetisa estadounidense. A partir del fallecimiento de su mujer, la salud de Lewis fue mermando de forma intensa y progresiva, hasta su muerte.
               En la persona del escritor destaca, además del celo por la transmisión del Evangelio, un carácter misericordioso con la persona con quien discrepaba. En los trabajos literarios y debates públicos Lewis no era beligerante, sino compasivo y paciente.
               Decía, con una de sus personales metáforas, “cuando hayas llegado a tu propia habitación, sé bondadoso con los que han escogido puertas diferentes y con los que todavía están en el vestíbulo. Si están en un error, necesitan en mayor grado tus oraciones; y si son tus enemigos, entonces se te ha ordenado rezar por ellos. Es una de las reglas comunes a toda la casa”. Resulta claro que, de esa casa, C.S. Lewis fue un buen huésped 
              3. La parábola del niño que conocía el mundo sólo a través de dibujos
              El cuento con el que C.S. Lewis explica la dificultad del hombre para conocer a Dios.
              Es difícil que Lewis retrocediera en su obra para reescribirla después del cambio que supuso en su vida su conversión al cristianismo. Esto lo hizo con 
una parábola destinada a explicar las dificultades que tenemos los hombres para conocer las verdades de Dios. La explicaba de la siguiente forma:
              Una mujer, embarazada, es puesta en prisión. La mujer da a luz durante su pena. El niño va creciendo. En la celda no hay más que una pequeña ventana, pero está muy elevada para el niño.
               La mujer había sido una artista y le han permitido tener una caja de lápices y un cuaderno. La mujer va dibujando las cosas que ve por la ventana, para mostrarlas al pequeño.
               Cuando el niño sale al mundo exterior, tiene una gran sorpresa: las figuras no tienen un contorno dibujado, las montañas no siguen las reglas de perspectiva del dibujo, sino que tienen otra dimensión, la profundidad, y el agua de los lagos no es el blanco del papel, sino que se siente deslumbrado por el brillo de la luz del sol reflejado en su superficie.
               Para conocer las verdades de Dios, los seres humanos tenemos dificultades y carencias análogas a las del pequeño que sale de la prisión. Conocemos la Revelación, lo que Dios ha creado, sus obras, pero carecemos del contacto directo con las verdades divinas y de la visión de Dios.
 
Publicado en aleteia, 17-3-2014.

lunes, 14 de abril de 2014

La Pasión de Jesucristo en el cine.




         Las Pasiones de Nuestro Señor se encuentran como género con entidad propia desde los orígenes del cinematógrafo. Hay cintas con esta temática que, pese a las dificultades que conlleva toda adaptación, son fieles al Evangelio. Algunos cineastas, en cambio, han querido distanciarse de esa fuente y presentan un Jesús pretendidamente más contemporáneo, meramente humano, un revolucionario, un demente o, incluso, un hombre que muestra cualidades divinas, pero que a la hora de hacerse necesario, se desmorona como un mito. Una señal que habitualmente encontramos en las cintas que se ajustan a las Escrituras es la Resurrección del Señor, es decir, la Cruz no es la última palabra. Hay alguna excepción, pero como regla general nos servirá este criterio de “ortodoxia” para la somera exposición que realizamos a continuación.
         Las primeras producciones.
       Las primeras noticias de una adaptación cinematográfica de la vida de Cristo coincide con los mismos orígenes del cine. Junto con la llegada de trenes a estaciones, la salida de trabajadores de fábricas, la salida de Misas y las maniobras de regimientos militares; las Pasiones del Señor constituyen uno de los primeros géneros cimematográficos. Eugène Pirou, un fotógrafo de reyes y archiduquesas que tenía su elegante estudio en el corazón de París, asociado con su operador Léar, rueda La Passion de Christ en 1896. El lenguaje visual era muy primitivo, las composiciones de actores y decorados eran estáticas, recuerdan los cromos, debido a la falta de movilidad de la cámara (sólo se conocía la panorámica sobre el propio eje) y la falta de desarrollo del montaje. Sin embargo, en esta cinta el esfuerzo por rodar un guión exhaustivo sobre la vida de Cristo fue importante. Se rodó 250 mts. de película, lo que suponía ¡un cuarto de hora de proyección! Charles Pathé, primer productor con visión comercial de la nueva industria, asociado con un técnico todoterreno, Ferdinand Zecca, quien como observa Sadoul es el primer cineasta de cara al pueblo, rodó la película más ambiciosa en cualquier género que se había realizado hasta ese momento, La Passion de Jèsus-Christ, realizada en 1902. A esa cinta inicial, fueron añadiendo escenas para completar, no sólo la Pasión, sino toda la vida de Cristo, terminándose en 1905. La cinta muestra la Resurrección y termina con la Ascensión y Glorificación del Señor. Se había rodado 700 mts. de película, lo que equivalía a cuarenta minutos. Las vidas de Cristo que el pueblo demandaba tenían una  complejidad (multitud de actores, argumento relativamente complejo) que arrastraba a la industria del cine para progresar en el lenguaje narrativo. La Passion de Pathé-Zecca fue llevada por misioneros a Asia y África como herramienta para la evangelización.
           Hollywood se interesa en la temática de la Pasión.

         No tardaría Hollywood en llevar este género al cine. Intolerancia rodada en 1916 por D. W. Grifith refleja la lucha del amor frente al stablisment a través de las edades del hombre, dividida en cuatro cuadros, uno de ellos es la Pasión y Muerte de Cristo. La túnica sagrada dirigida por Henry Koster en 1953, otorga el poder de hacer milagros a una reliquia del Señor. A partir de estos momentos, las Pasiones se insertan en otro género: el cine histórico, en el que la Pasión aparecía sólo tangencialemente, siendo el protagonista algún personaje imaginario, el cual observaba la Pasión y la relataba. En Ben-Hur, rodada por William Wyler en 1959, aparece el ajusticiamiento del Señor. Barrabás, una producción de 1962, dirigida por Richard Fleischer, tiene un argumento interesante, aunque hipotético. Barrabás es indultado en lugar de Cristo, vuelve a su vida y un encuentro inopinado con un Apóstol, le lleva a la conversión. Es perseguido como cristiano y finalmente, crucificado. Una gran producción, Rey de reyes, rodada en España 1961, traza un paralelismo en la lucha de la resistencia contra los romanos entre Barrabás, rebelde y violento, y Cristo, pacífico. En esta película, se muestra a Jesús como un mero pacifista. En La historia más grande jamás contada, rodada por George Stevens en 1965, el proyecto nació con vocación de convertirse en la película definitiva sobre la vida de Jesucristo. Contó con un lujoso reparto y escenarios espectaculares.
           El Evangelio según San Mateo.
          Susanna, la madre de Passolini, una mujer piadosa, le pedía a su hijo cineasta que hiciese una película sobre Jesús. Este intelectual ateo y marxista hizo con esta película un tributo a su madre, a quien le reservó el papel de la Virgen en la escena de la Crucifixión. Realizada en 1964, aledaña al Concilio, la película se inicia con una dedicatoria "al recuerdo querido, alegre y familiar de Juan XXIII". Expone la vida del Señor muy fielmente al texto del primer libro del Evangelio. Los discípulos son unos jóvenes inseguros que siguen desconcertados a su líder en una revolución incierta. Utilizó actores no profesionales de las  poblaciones del Sur de Italia. El elenco lo forma tuertos, cojos, desdentados. No se puede negar que da realismo a las escenas con extras, por ejemplo en las curaciones de Cafarnaum, lo cual entendemos extraño, pero realista: ¿Acaso existía en la época de Jesús la asistencia sanitaria que conocemos hoy en el primer mundo? En esta cinta, se plasma la Resurrección del Señor. Recibió el premio de la Organización Católica Internacional para el Cine (OCIC), que se concede en el Festival de Venecia, invocando que se trataba de la mayor película cristiana realizada por un no cristiano y valorando como méritos que es “fiel al evangelio, supera con creces las películas anteriores sobre la vida de Cristo, representa las enseñanzas sociales de la Sagrada Escritura y puede suscitar un rico debate”.
       El fenómeno de la "película polémica".
    Jesucristo Superstar rodada en 1977 por Norman Jewison, venía de una producción musical originalmente de Suecia, estrenada también en Broadway y Londres. Sigue los últimos siete días de la vida de Jesús hasta la crucifixión desde el enfoque del discípulo Judas Iscariote. Se omite intencionadamente la Resurrección. Jesús es presentado como una gran estrella del espectáculo que administra bien su imagen ante los medios de comunicación. En el mismo sentido negatorio de la divinidad del Señor, se encuentra La última tentación de Cristo del año 1988, dirigida por Martin Scorsese. Se recuerda el enfrentamiento en la sala de prensa del Festival de Venecia entre Zeffirelli y Scorsese. El primero le atribuía al segundo ser un ignorante en temas de la Biblia. También que la película no tenía valores cinematográficos: "Me ha bastado ver retazos para darme cuenta de la película era mala". El citado experto Sr. Mendiz manifiesta que esta cinta además contiene una secuencia blasfema. Nos encontramos ante el fenómeno de la "polémica" en las películas sobre Cristo. ¿Por qué las vidas de Cristo en el cine son sistemáticamente controvertidas? La conservadora de la Filmoteca Vaticana nos ofrece una reflexión razonable. Según Claudia di Giovanni, en los inicios del cinematógrafo, las Pasiones de Cristo se representaban a menudo. Después la temática del Cristo ha continuado porque es actual. Hoy estamos acostumbrados a un Cristo muy cercano a la humanidad. El Cristo bíblico genera expectación y debate por cuanto, a pesar de ser cine histórico, a diferencia de otros ejemplos de ese género, su objeto es una Persona actual, presente. 
           Jesús de Nazaret.
        Realizada por Franco Zeffirelli en 1977. Es la más completa vida de Cristo hasta la fecha. Adapta transversalmente los cuatro libros del Evangelio, haciéndolo con solvencia. Tiene una planificación de las escenas muy cuidada, marca de la RAI, una televisión que realiza producciones de calidad en cine de temática religiosa. En alguna secuencia esta cinta alcanza la brillantez, como en la de la Visitación. Santa Isabel, a medida que va descendiendo por la escalera desde las estancias superiores de la casa para encontrar a su prima, en el patio interior, va intuyendo el Misterio del Verbo en el seno de María. La dirección artística se inspiró en pinturas renacentistas para algunas composiciones. También la juventud de la Virgen encuentra su antecedente artístico en el Renacimiento (piénsese en la juventud de la Pietà). Todo y que es una película fiel al Evangelio y presenta a Cristo como el Mesías, el equipo tuvo un serio inconveniente, pues se les acabó el tiempo de filmación, sin haber rodado la Resurrección. La escena fue sustituida por un corte de celuloide de una prueba que habían realizado de iluminación, vestuario y maquillaje. En ella se mostraba una secuencia posterior a la Resurrección, pero anterior a la Ascensión en la que Jesús promete: “Estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”. En la cinta no aparece la Resurrección, pero expresa esa promesa evangélica que sí muestra a Cristo como Mesías, Hijo de Dios. La prueba está ligeramente “quemada” por un exceso de luz, pero no descartamos que no se trate de un error y que sea una opción creativa, o ambas cosas.
           La Pasión de Cristo.
         Es un Via Crucis que refleja una realidad dura, pero tal cual es. Su director Mel Gibson realizó en  2004 esta cinta de gran eficacia narrativa. Como su antecesor, Zeffirelli, delegó, inteligentemente al ser su primera realización, la dirección artística del filme, proponiendo únicamente una inspiración de las composiciones en las pinturas de Caravaggio. El especialista en cine religioso Alfonso Méndiz señala que el gran mérito de la cinta radica en poner ante nuestras conciencias, aquellas partes de la Pasión del Señor que nuestra psicología ha eliminado. 
       Ante el contenido tan realista de este filme nos preguntamos, si un cristiano quisiera explicar la persona de Jesús a otra persona a través del cine, ¿elegiría esta película?, es decir, ¿tiene esta cinta valor catequético? Padres y personas con experiencia en educación consultadas, son unánimes al desaconsejar esta cinta para los más pequeños. Para los jóvenes y los adultos hay más dudas sobre el valor mistagógico del film, el cual no descartamos a priori. Sí es más claro, en cambio, que esta película tiene mucho valor en espiritualidad. Los misterios de la Sagrada Pasión traen muchos frutos espirituales a quienes los meditan y  se unen a ellos. Un místico del s. XVI, Fray Luis de Granada, en su Vida de Jesucristo señalaba “Porque cuanto más conociéremos la acerbidad y grandeza de sus dolores, tanto más claro veremos cuánta fue la caridad que tanto padeció, y la bondad que a tanto se extendió, y la misericordia que tales miserias sobre sí tomó, y la justicia que tan rigurosamente castiga la culpa aun en su misma persona”.
         El Hombre que hacía milagros.
       Es una cinta de animación de Stanislav Sokolov estrenada en el 2000. Narra la vida pública del Señor desde los ojos de una niña, la hija de Jairo, jefe de la sinagoga de Cafarnaum, quien fue resucitada por Jesús. Se detiene particularmente en la Resurrección, narrándola desde el punto de vista de los testigos que vieron al Resucitado. Hemos de señalar que, si bien el cine tiene medios y efectos para “reconstruir” y hacernos ver una representación de la Resurrección en el momento justo de producirse, sin embargo de ese momento, no hay testigos en la Sagrada Escritura. Según Joseph Ratzinger en Jesús de Nazaret se trata de momento íntimo de la Stma. Trinidad. El Hombre que hacía milagros, no comparte la opción de la mayoría de las películas sobre la Pasión que sí muestran por medio de trucajes ese momento. Esta cinta en cambio, respeta fielmente el Evangelio y muestra sólo los testigos del sepulcro vacío y del Jesús ya resucitado.
   Publicado en aleteia, 18-4-2014, bajo el título "Por qué
 las vidas de Cristo en el cine son controvertidas"