lunes, 9 de septiembre de 2019

RESUMEN DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA AMORIS LAETITIA


La Exhortación apostólica post-sinodal Amoris laetitia. La alegría del amor fue publicada el 19 de marzo del 2016. Recoge los resultados de dos Sínodos sobre la familia convocados por Papa Francisco en el 2014 y en el 2015, cuyas Relaciones conclusivas son ampliamente citadas, junto a los documentos y enseñanzas de sus Predecesores y a las numerosas catequesis sobre la familia del mismo Papa Francisco.
Sin embargo, no es un documento sólo sobre la familia y matrimonio, sino sobre el amor en general. No sólo está dirigido a los casados, sino a todos los cristianos. El papa escribe: «Es probable, por ejemplo, que los matrimonios se identifiquen más con los capítulos cuarto y quinto, que los agentes de pastoral tengan especial interés en el capítulo sexto, y que todos se vean muy interpelados por el capítulo octavo» (AL 7). El amor específicamente cristiano está vinculado a la misericordia, se orienta a la miseria, a los pobres: «En cualquier circunstancia, ante quienes tengan dificultades para vivir plenamente la ley divina, debe resonar la invitación a recorrer la via caritatis. La caridad fraterna es la primera ley de los cristianos (cf. Jn 15,12; Ga 5,14)» (AL 306). El amor cristiano está llamado a crecer, está llamado a la perfección: “Todo esto se realiza en un camino de permanente crecimiento. Esta forma tan particular de amor que es el matrimonio, está llamada a una constante maduración, porque hay que aplicarle siempre aquello que santo Tomás de Aquino decía de la caridad: “La caridad, en razón de su naturaleza, no tiene límite de aumento, ya que es una participación de la infinita caridad, que es el Espíritu Santo [...] Tampoco por parte del sujeto se le puede prefijar un límite, porque al crecer la caridad, sobrecrece también la capacidad para un aumento superior”. San Pablo exhortaba con fuerza: “Que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros” (1 Ts 3,12); y añade: “En cuanto al amor mutuo [...] os exhortamos, hermanos, a que sigáis progresando más y más” (1 Ts 4,9-10). Más y más» (AL 134).
El capítulo I se titula «A la luz de la Palabra». El Papa realiza su reflexión a partir de la Sagrada Escritura. Este capítulo se desarrolla en torno a dos ejes: el Salmo 128, característico de la liturgia nupcial tanto judía como cristiana, y el salmo 131. La transmisión de la fe en la familia es una tarea que se ha de trabajar: «Es una tarea artesanal, de persona a persona: «Cuando el día de mañana tu hijo te pregunte [...] le responderás…” (Ex 13,14)» (16).
El capítulo II lleva por título «La realidad y los desafíos de la familia». El Papa considera la situación actual de las familias. El papa invita a la humildad y al realismo:  «Al mismo tiempo tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica. Por otra parte, con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación. Tampoco hemos hecho un buen acompañamiento de los nuevos matrimonios en sus primeros años, con propuestas que se adapten a sus horarios, a sus lenguajes, a sus inquietudes más concretas. Otras veces, hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario» (AL 36). Da importancia a la acción de la gracia y a la conciencia personal: «Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas. Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas» (37). Se ha de tener misericordia con las familias en situaciones difíciles: «En las difíciles situaciones que viven las personas más necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una roca, con lo cual se consigue el efecto de hacer que se sientan juzgadas y abandonadas precisamente por esa Madre que está llamada a acercarles la misericordia de Dios. De ese modo, en lugar de ofrecer la fuerza sanadora de la gracia y la luz del Evangelio, algunos quieren «adoctrinarlo», convertirlo en «piedras muertas para lanzarlas contra los demás»” (49). La familia no es algo secundario, sino que tiene un lugar central en la sociedad: «Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos» (52).
El capítulo III  se titula «La mirada puesta en Jesús: vocación de la familia». Nos habla de la enseñanza de la Iglesia. Es muy importante el kerigma, el matrimonio es un bien del amor: «Ante las familias, y en medio de ellas, debe volver a resonar siempre el primer anuncio, que es “lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”, y “debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora”. Es el anuncio principal, “ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra”. Porque “nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio” y “toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerigma”» (58). El mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia es un reflejo de la predicación de Jesús: «El ejemplo de Jesús es un paradigma para la Iglesia»  (64). El Papa pone dos ejemplos paradigmáticos de la misericordia de Jesús: «Esto aparece claramente en los encuentros con la mujer samaritana (cf. Jn 4,1-30) y con la adúltera (cf. Jn 8,1-11), en los que la percepción del pecado se despierta de frente al amor gratuito de Jesús» (64). El que conocemos como «matrimonio cristiano» no es el único que tiene valor. Hay muchas tradiciones religiosas y es necesario ver si hay signos cristianos en estas tradiciones: «El discernimiento de la presencia de los semina Verbi en las otras culturas (cf. Ad gentes divinitus, 11) también se puede aplicar a la realidad matrimonial y familiar. Fuera del verdadero matrimonio natural también hay elementos positivos en las formas matrimoniales de otras tradiciones religiosas», aunque tampoco falten las sombras.” (AL 77). Los pastores siempre están obligados a discernir: «Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar un principio general: “Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”, 84)» (79).
El capítulo IV lleva por título «El amor en el matrimonio». Este capítulo es un comentario al himno al amor de 1Co 13,4-7. El papa da mucha importancia al perdón en la vida familiar: «Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable, pero nadie dice que sea fácil» (106); «Hoy sabemos que para poder perdonar necesitamos pasar por la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos» (107); «Pero esto supone la experiencia de ser perdonados por Dios, justificados gratuitamente y no por nuestros méritos» (108). Al ser el matrimonio un proceso dinámico que avanza gradualmente» (cfr. 134), se ha de aplicar realismo al concepto de matrimonio: «Sin embargo, no conviene confundir planos diferentes: no hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica «un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios» (122). Huyendo de una imagen del matrimonio demasiado idealizada, habla con realismo de vida en el matrimonio: «La alegría matrimonial, que puede vivirse aun en medio del dolor, implica aceptar que el matrimonio es una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres, siempre en el camino de la amistad, que mueve a los esposos a cuidarse: “se prestan mutuamente ayuda y servicio”» (126). Los cónyuges no siempre sienten lo mismo en el proceso del matrimonio: «Cada uno de los dos hace un camino de crecimiento y de cambio personal. En medio de ese camino, el amor celebra cada paso y cada nueva etapa» (163).
            El capítulo V se titula «El amor que se vuelve fecundo». Trata de la parentalidad. Habla de la familia como una red amplia. También habla de la adopción y de la acogida.
            El capítulo VI se titula «Algunas perspectivas pastorales». En primer lugar, subraya que no hay un matrimonio igual que otro. Ha de haber un discernimiento de la diversidad. La principal contribución a la pastoral familiar la ha de hacer la parroquia. A continuación, trata de la preparación para el matrimonio. Finalmente, señala que las personas homosexuales tienen dignidad y han de ser acogidas: «Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar “todo signo de discriminación injusta”, y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida» (250).
            El capítulo VII lleva por título «Fortalecer la educación de los hijos».
            El capítulo VIII se titula «Acompañar, discernir e integrar». Habla de las situaciones imperfectas. Para ella, da estos tres verbos: acompañar, discernir e integrar. A continuación, expone qué significan estas acciones, poniéndolas bajo el signo de la misericordia: «Por otra parte, esta actitud se ve fortalecida en el contexto de un Año Jubilar dedicado a la misericordia. Aunque siempre propone la perfección e invita a una respuesta más plena a Dios, «la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad”. No olvidemos que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña» (291). A continuación, habla del principio de gradualidad. El ideal del matrimonio se define de la siguiente manera: «El matrimonio cristiano, reflejo de la unión entre Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer, que se donan recíprocamente en un amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida, consagrados por el sacramento que les confiere la gracia para constituirse en iglesia doméstica y en fermento de vida nueva para la sociedad. Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo. Los Padres sinodales expresaron que la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio». Y prosigue: «Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo». Y continúa: «Los Padres sinodales expresaron que la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio» (292). No todas las situaciones imperfectas son, en realidad, pecado: «Como bien expresaron los Padres sinodales, “puede haber factores que limitan la capacidad de decisión”» (301). Por esto, habla de acompañar, discernir e integrar. ¿Cómo se hace este discernimiento? Para esto, habla del principio de gradualidad. En este principio, se sigue la regla del bien posible: «A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena» (303).   El discernimiento no ha de suponer una renuncia al anuncio de los valores evangélicos: «Para evitar cualquier interpretación desviada, recuerdo que de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza: “Es preciso alentar a los jóvenes bautizados a no dudar ante la riqueza que el sacramento del matrimonio procura a sus proyectos de amor, con la fuerza del sostén que reciben de la gracia de Cristo y de la posibilidad de participar plenamente en la vida de la Iglesia”. La tibieza, cualquier forma de relativismo, o un excesivo respeto a la hora de proponerlo, serían una falta de fidelidad al Evangelio y también una falta de amor de la Iglesia hacia los mismos jóvenes. Comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al ser humano. Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas» (307).
            El capítulo XI lleva por título «Espiritualidad matrimonial y familiar». Explica esta espiritualidad tomando tres imágenes del evangelio: el pastor, el pescador y el labrador: «Toda la vida de la familia es un “pastoreo” misericordioso. Cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida del otro: “Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones [...] no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo” (2 Co 3,2-3). Cada uno es un “pescador de hombres” (Lc 5,10) que, en el nombre de Jesús, “echa las redes” (cf. Lc 5,5) en los demás, o un labrador que trabaja en esa tierra fresca que son sus seres amados, estimulando lo mejor de ellos. La fecundidad matrimonial implica promover, porque “amar a un ser es esperar de él algo indefinible e imprevisible; y es, al mismo tiempo, proporcionarle de alguna manera el medio de responder a esta espera”. Esto es un culto a Dios, porque es él quien sembró muchas cosas buenas en los demás esperando que las hagamos crecer» (322).
Conclusiones:
La exhortación apostólica entiende el matrimonio ideal como la unión de un hombre y una mujer. Esta unión se basa en un amor exclusivo y permanente. Es un amor abierto a la vida. Recibe la gracia, que lo hace susceptible de generar una iglesia doméstica.
El documento introduce el principio de la gradualidad, implicando un discernimiento no rígido, sino teniendo en cuenta la progresión gradual hacia la perfección.
El anuncio ha de ser kerigmático, dando importancia al amor, y ha de ser sobre el óptimo de los valores evangélicos para permitir que las personas puedan vivir el amor en plenitud.
La exhortación apostólica no da ninguna norma sobre las situaciones imperfectas. Da mucha importancia al tema del discernimiento, introduciendo un cambio de paradigma: lo importante es la conciencia.
Finalmente, la exhortación apostólica aporta realismo en sus consideraciones sobre la vida matrimonial, realismo que tiene relación con la misericordia.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Un poeta en la cárcel

El poeta español Miguel Hernández fue apresado recién terminada la guerra civil. Desde la cárcel, escribió unos versos que son un grito de libertad. Entre ellos, "Hijo de la luz y de la sombra" apacienta el dolor de la separación de su amada, con quien no llegó a casarse, pero que es calificada con el polisémico "esposa". El encadenamiento de metáforas da lugar a la imagen del desencuentro posiblemente más desconcertante de nuestra Literatura: "Tú eres la noche, esposa,/ y yo, el mediodía".
Este poema da nombre al trigésimo álbum de Joan Manuel Serrat, editado en el 2010 que era el centenario del nacimiento del poeta-pastor.

viernes, 30 de octubre de 2015

Los caminos de la literatura hacia Dios


Gabriel Magalhães
Novelista
Gabriel Magalhães es profesor y novelista - "Soy un agente doble", se define con humor. Es autor de dos ensayos "Los secretos de Portugal” (2012) y "Cómo Sobrevivir a Portugal" (2014). Ha escrito unas reflexiones sobre el Evangelio, tituladas “Espelho Meu” (2013). Colabora con La Vanguardia. Está casado y es padre.
 Con ocasión de la inauguración del curso en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, el pasado 28 de octubre, Magalhães pronunció la lección titulada "Los caminos de la literatura hacia Dios".
  Este puente de comunicación entre la literatura y la religión desgraciadamente está roto en la actualidad. Pero alguna vez este puente se levantó. Esto lo vamos a comprobar en dos puntos específicos del campo literario: el de la ficción narrativa y el del artificio literario, esto es, la metáfora.
 ¿Qué tiene que ver la ficción con la creencia cristiana?
 Dice un refrán portugués que los cristianos huimos de la ficción como el diablo de la cruz. Tememos que puntos claves de nuestra Fe, como la Encarnación de Dios en Jesús o la concepción virginal de María, se tomen como cuentos chinos.
 La obra religiosa escrita exigimos que sea veraz. Pero no sucede lo mismo en las artes plásticas. Pondremos algunos ejemplos. Así desconocemos cómo era la Virgen, pero aceptamos que Rafael nos la retrate en sus Madonas de suave seda espiritual. O le concedemos a Miguel Ángel el privilegio de que haga en dos ocasiones, el reportaje en piedra del momento en que María tuvo a su hijo en brazos muerto.
   La ficción nos hace humanos
  Una de las funciones de la ficción es hacernos humanos. El hombre es, antes que racional, narrativo.  Vivimos en la Historia y tratamos de encontrarle sentido. Así nos pasamos más rato escuchando y contando historias que razonando.
 Podemos explicarnos las parábolas diciendo que venía en el pack de la encarnación que Jesús fuera un narrador, porque todos los hombres lo somos.
 Jesús utilizó la ficción en las parábolas. Así la parábola del trigo y la cizaña. Este relato explica uno de los escándalos de la Creación: la existencia del mal en el mundo.
 Las historias, en una segunda función, nos permiten ver nuestro rostro. Son como espejos. Como ejemplo, está la parábola del buen samaritano, que refleja las tres posibilidades de vida que podemos escoger todos nosotros.
  La ficción nos permite decir cosas duras 
 En tercer lugar, la ficción nos permite decir cosas más duras. Así los juglares podían decir cosas que a otros no se les permitía. Tenemos como ejemplo la parábola de los usurpadores de la viña, en que Jesús explica que le van a matar a Él.
  La cuarta función es que la narrativa siempre pretende lanzar el debate.
  Estas finalidades de las parábolas de Jesús también las encontramos en los grandes escritores.
 Ramon Llull ...
 Ramon Llull en su obra RomanÇ d'Ebast o Blanquerna nos deja una de las más hermosas construcciones de la cultura occidental del s. XIII. En ella podemos encontrar las finalidades que se hallan en las parábolas. Llull propone en el marco de la fantasía cambios que cree indispensables en el campo del mundo real.
 ... Cervantes, la novela negra
  El escritor manchego, en su célebre Quijote, muestra como cualquier historia nos sitúa en nuestra condición humana. Así el hidalgo de La Mancha no tiene historia. El caballero andante, en cambio, tiene historia: sus salidas deben entenderse como intentos de volver a estar vivo, a sentir la sangre en sus venas.
  Las novelas de detectives son idóneas para este análisis. Tomemos al azar la obra Mares del Sur de Vázquez Montalbán. Su idea base- la de que la transición fue un pacto lo peor del franquismo, configurando una democracia real, pero incompleta- sólo se podía plantear con tranquilidad desde la ficción.
 Pero si la narrativa caracteriza a lo humano, también la poesía es propia de la humanidad.
  De ahí que encontremos en las palabras de Nuestro Señor el artificio formal, la pirueta que es un verdadero viaje a la esencia.
 La paradoja
 Abundan en el Evangelio los plantemientos paradójicos: "Deja que los muertos entierren a sus muertos", o la idea que se repite varias veces que indica que el que quiera ganar su vida la perderá, y el que la pierda por amor a Dios la salvará.
 La metáfora
 Lo que pasa con la paradoja, también sucede con otra figura en el Evangelio: la metáfora. Jesús la utiliza en abundancia: "el ojo es la lámpara del cuerpo" o, dirigiéndose a los fariseos, "raza de víboras", "sepulcros blanqueados" o, a los apóstoles, "Seguidme y yo os haré pescadores de hombres".
  Estas transparencias divinas son comparables a un poema de Neruda, de su célebre obra Veinte poemas de amor y una canción desesperada:

Inclinado en mis tardes tiro mis tristes redes/a tus ojos oceánicos.

Así como ser narrador forma parte de la humanidad, lo mismo sucede con ser poeta. Formaba parte del pack de la Encarnación, porque todos los hombres somos un poco poetas. La diferencia es que nosotros transpiramos un cierto retintín en nuestros recursos lingüísticos, en cambio el lenguaje Jesús era claro, diáfano. Estaba libre de pretensión literaria.
¿Por qué se ha producido la separación entre religión y literatura?
  Mientras formaban un puente, una era el contenido de la otra. Una se alimentaba de la otra. Al separarse, este puente se ha hundido.
   Para ilustrar el estado actual de la literatura, cita a su compatriota Fernando Pessoa. El poeta profetizó en 1935 el mundo de relatividades que no sólo estamos viviendo, sino que en cierta forma somos sus protagonistas. La traducción castellana de estos versos es la que propone Miguel Viqueira.


Autopsicografía

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente,
Y, en el dolor que han leído,
a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido,
sino sólo el que no tienen.
Y así en la vida se mete,
distrayendo a la razón,
y gira , el tren de juguete
que se llama corazón.


 La literatura es una quimera, algo que ya no tiene una relación radical con la verdad. Al sacar a Dios de la literatura, esta resulta un embrión al que le falta el cordón umbilical para alimentarse de trascendencia.
 Entonces hay que concretar los retos que tenemos los que la amamos.
 UN RETO SOCIAL
 El primero, claro está, es seguir lo que indica el Papa Francisco. Una Iglesia en diálogo con el mundo. Una Iglesia como hospital de campaña para curar a los heridos.
 Pero la separación no sólo se ha producido respecto a la literatura. De hecho ha pasado lo mismo con la ciencia. Antes había un puente tendido con las disciplinas ceintíficas. Así podemos ver que Newton, en sus Philosphia Naturalis Principia realiza referencias a la metafísica; es decir, a lo espiritual.
 El segundo reto es aquel por el que trabajó el Papa Emérito Benedicto XVI. Se trata de volver a construir el puente entre la cultura y la ciencia.
 La lección de Gabriel Magalhães en el Instituto de Ciencias Religiosas de Barcelona estaba terminando, por lo que dedicó unas palabras a los profesores y alumnos, quienes tienen una misión fundamental y en la cual:
 "... les deseo mucho éxito, y el adecuado fracaso cristiano, mucha alegría, la plenitud y la serenidad de la fe, la persistencia de la esperanza, y sobre todo amor, amor, amor, en el ejercicio de ese trabajo".

jueves, 24 de septiembre de 2015

Adela Cortina, la creadora de razones para la esperanza.

 En el panorama del pensamiento español, esta filósofa valenciana dirigió su actividad docente al ámbito de la Ética. Su obra más representativa es Ética mínima. Recibió el Premio Nacional de Ensayo 2014 por la obra ¿Para qué sirve realmente la Ética?
Para esta pensadora, la Ética es una disciplina esencialemente práctica, pues no debe quedarse en meras teorizaciones, sino que se ha de materializar en la vida.
 Sostiene Cortina que el objeto que abarca es la justicia. De ahí que no podamos exigir que alguien sea bueno, pero sí que sea justo.
  En su pensamiento, las leyes representan principios éticos. Pero estas leyes puede ser incorrectas. Las leyes correctas se han de universalizar por medio del diálogo.
  La producción de RTVE dentro de la serie Pienso, luego existo, representa un retrato de esta filósofa en primera persona y con su propia voz.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Coming soon

Miguel Biada Bunyol
(1789-1948)
   Todo empezó en uno de mis recientes viajes por Sudamérica. Mientras me reponía de la jornada con un café, se me acercó  un anciano, ofreciéndome unas baratijas. Ante mi negativa, dejó silenciosamente junto a mi cartera, un objeto voluminoso. Era un sobre que se encontraba muy deteriorado. Por esto las letras eran ilegibles.

  Abrí  el sobre. Este contenía una carta y también un cuaderno. La tinta no era de apariencia grasa, sino líquida, como la de las antiguas plumillas. Tembloroso por la intuición, observé que el trazo no era uniforme, sino que la tinta se había estriado, por lo que en seguida deduje que era aquella carta había recorrido un notable intervalo de la Historia.

   Leí su contenido con ansia, pues para un escritor en horas bajas, este tipo de acontecimientos se convierten rápido en un buen motivo. Y este me empujaba a un destino inevitable.

  Un proyecto literario siempre es una buena noticia. En este caso, el proyecto es la la biografía de Miguel Biada, el artífice del primer ferrocarril de la península, que realizó el trayecto de Barcelona a Mataró.

   Es un honor, amigo, haberte servido esta confidencia.

  La única que me está permitida por ahora.

martes, 17 de marzo de 2015

Jorge Luis Borges entrevistado a fondo

   El periodista de RTVE Joaquín Soler Serrano realizó una entrevista al más internacional de los escritores argentinos. El programa se grabó con ocasión de la presencia en España de Borges para recoger el premio Cervantes de 1980. Este documento videográfico es esencial para conocer la personalidad profunda del representante del realismo mágico.
   Borges siempre se había mostrado hermético por su inclinación a la ironía y a los juegos de palabras. La habilidad del periodista en la gestión de los tiempos y de los silencios crean un clima íntimo. Este clima permite que aflore con naturalidad la psicología del genial escritor.
   De su contenido destaca las palabras de admiración a su madre, recién fallecida, y su reconocimiento de que, a pesar de ser un sabio, no había sido feliz.

jueves, 22 de enero de 2015

Miguel Hernández, el poeta que al fin fue perdonado y perdonó (y II)

Dibujjo realizado por Antonio Buero Vallejo durante
una visita a Miguel Hernández en la prisión

   Ante el anuncio de que su mujer y su hijo estaban en la miseria, la impotencia del poeta se plasmó en Nanas de la cebolla. Pero a esta impotencia, se iba a unir otra: Se agravó una tuberculosis que padecía Miguel con anterioridad.
   El penal de Alicante, que era una institución de último rango, disponía de una enfermería, que no reunía las condiciones para atender a un enfermo grave. En el corazón del poeta, el rencor estaba reclamando su protagonismo.
   Enseña el Catecismo de la Iglesia que “Sólo Dios perdona los pecados” (CEC 1441). Y que si pedimos perdón por los nuestros, debemos también perdonar a los que nos han ofendido, porque “el Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible” (2840). Con la ayuda de Dios, el poeta tenía que perdonar y también, pedir perdón. Pero la evolución de su enfermedad estaba apremiando el final.
   Después de “Nanas de la cebolla”, que completaba un libro de encuadernación rudimentaria, los poemas de la cárcel posteriores fueron difíciles de ordenar para los estudiosos. Miguel los escribía en notas sueltas y salían de la prisión con las visitas más colaboradoras.
Casa museo en Orihuela
Uno de estos poemas, posiblemente el último, tiene por título “Eterna sombra”. Este poema es el resultado de un ejercicio introspectivo, para el que tenía tiempo en prisión.
   Como resultado de este ejercicio, observa en su alma la oscuridad más desolada.
   Yo que creí que la luz era mía / precipitado en la sombra me veo.
   En su interior sólo ve dientes. Para el poeta, como hemos visto, son símbolos del arma de un soldado. Introduce otra imagen: Las manos cerradas, los puños apretados representan la rabia.
   
   Sólo el fulgor de los puños cerrados,/ resplandor de los dientes que acechan.
   Dientes y puños de todos los lados
Miguel en la plaza de Ramón Sijé
en Orihuela en 1936
   Y los dos últimos versos de su vida, si no en orden cronológico, por la dificultad que señalábamos, sí en un orden lógico, dan a los acontecimientos un giro de 180 grados.
    ... en la lucha, una luz
   Pero hay un rayo de sol en la lucha / que siempre deja la sombra vencida.
  De estos versos se desprende la existencia de un perdón generador de paz para el poeta. Así su alma, ayudada por la irrupción de alguien que desprende luz, “por un rayo de sol en la lucha”, acabó con todos los rencores. Y luego vino la paz. Y después de la paz, el poeta falleció. Esto ocurrió según el certificado médico, como consecuencia de la tuberculosis que padecía.
   Los primeros pasos de Miguel y Josefina como novios, primero, y luego, como matrimonio, Ramón Sijé los había protegido en gran medida. Pero las amistades en el Cielo tienen algo de misterio: a qué intercesor debemos atribuir un favor o una gracia. En cualquier caso eran dos compañeros de escuela que habían prometido volver a verse.
   El momento había llegado.